Saturday, January 12, 2008

El reencuentro

Habían pasado los días y yo no olvidaba aquellos ojos y esa sonrisa. Muchas veces pensé que tal vez los daiquiris me hicieron verlo tan impactante. Lo poco que sabía de él me llenaba de curiosidad, de ganas, de ganas de saber más de él. Con Laura volvimos al restaurante pero no lo volvimos a ver.
*
Una noche, después de ensayo con mi grupo de teatro, yo caminaba hacia mi estación de transmilenio. Era extraño que usara el transmilenio pero ese día estaba muy cansada como para caminar. Iba sudorosa, desarreglada, somnolienta, con ganas de cama. Mientras esperaba a que el semáforo cambiara para atravesar la calle, escuche una especie de lamento, como llanto sin querer como enrabiado… y esa voz, esa voz yo la había escuchado antes. Me volteé, y en una silla de esa de cemento que hay en la calle estaba él, el raro, el tipo extraño que se había inmiscuido en mis pensamientos a diario desde aquella noche. No lo podía creer, era realmente impensable que me estuviera reencontrando con esa persona.
Me acerqué sin dudarlo y me paré al frente suyo, pero el no me vio porque tenía la cabeza entre las manos y estaba algo agachado, lamentado, estaba triste, se veía realmente triste. Lo saludé, pero no me escuchó, tenía un ipod a todo volumen pero yo no alcancé a percibir qué escuchaba, así que me agaché y le toqué la rodilla. Lo volví a saludar. Me miró, y me regaló una sonrisa hermosa, al parecer fue grato el encuentro para él, como para mí, obviamente lo era. “Si te acuerdas de mí?” le pregunté, “Claro!, cómo no acordarme de esa carita” me dijo. Hablamos, le pregunté porqué estaba tan mal, algo me dijo de unas cuantas decepciones que tenía con el arte, el arte, sí le gustaba el arte, otro punto más a favor. Y el arte se le mezclaba con todo en su vida hasta hacerlo pedazos como ese día. “Lo único que me consuela es esto” me dijo sosteniendo su ipod. Le pregunté qué, qué era lo que oía y me puso los audífonos. “Busco mi piedra filosofal, en los siete locos en el mar, en el cadáver exquisito…” Sí, era Fito Páez y yo una vez más no lo podía creer. Aunque no entendía muy bien cómo era que ‘Cadáver Exquisito’ (nombre de la canción que él estaba escuchando) lo hiciera sentir mejor, de todos modos, creo que fue lo menos que me importó, era Fito, Fito y él en un solo momento. Fito, él y el arte en un solo instante.

1 comment:

Unknown said...

wow que historia!!!
por qué las publicas