Monday, January 03, 2011

Lina Huang

Monry:

Creo que no te he contado sobre una persona a la que admiro mucho. Una mujercita calmada, pensativa, analítica y muy inteligente que se paseó durante un poco más de cinco años en la universidad en donde estudié. Fuimos compañeras, amigas, confidentes, estudiantes, todo. Rasgos asiáticos la hacían muy llamativa y sin embargo su silencio la llenaba de misterio. Las pocas palabras siempre la caracterizaron y una dulce voz que si apenas se oía en clase.

Hace mucho no la veo. Nuestros encuentros desde hace un buen tiempo han sido cada vez más esporádicos pero de vez en cuando la recuerdo. La mejor manera de traerla de nuevo a mi mente es leyéndola, pues es una excelente escritora. En realidad, siempre lo fue. La ‘chinita’ dominaba con su intelecto a los maestros y lograba que éstos la recordaran como una de las mejores. Ésta era una característica que ella decía que yo también tenía, pero vamos, de mí se acordaban por mis apuntes burlones, por habladora y por la gran bocota que tengo llena de dientes que se puede ver desde un kilómetro atrás.

Ella, con su boquita chiquita, logró ocupar un espacio importante entre mis amistades, por raras que nos viéramos juntas, por contradictorias que fueran nuestras personalidades. Siempre ha sido digna de ser admirada por cualquiera y la veo en unos años publicando sus historias y relatos. Será de las grandes, si es que ya no lo es. Y seguiré compartiendo por mucho tiempo más esa buena energía que me profesa y te lo digo Monry, es complicado pensar que alguien tan diferente a mí haya podido aguantarme y viceversa. Pero eso que guardamos en común, ese amor por las letras, por los buenos libros, la música, lo simple y la nostalgia de las cosas sencillas, es lo que nos mantendrá, cerca o lejos, muy juntas en el corazón.

Un delito literario

Siempre he pensado que robarse estilos de escribir es un delito de los más grandes. Sin embargo, en estas vacaciones tuve la oportunidad de encontrarme con un tesoro que se ha convertido en una de mis memorias favoritas y que volvería a leer con gusto: El diario de Ana Frank. Una adolescente judía que escribió y describió toda su existencia en un diario que le fue regalado cuando cumplió trece años.

¡Cómo me identifiqué con esa muchachita al leer cada página! Realmente fue increíble. Ella nunca pensó que su escrito fuera alguna vez a ser publicado, precisamente por ser un diario secreto. Su temprana muerte, la época en que vivió y su impecable forma de escribir le dieron el mérito de ser publicada. Muchos leímos sus intimidades pero debo confesar que me dejé enamorar básicamente del formato: día, fecha, año. Además de esto, era muy limpia la manera en la que las cosas fluían cuando hacía de cuenta que su libro era su mejor amiga, Kitty y todo se lo confesaba a ella, esa persona etérea que le guardaba sus pesares y alegrías y que se convirtió así en su mejor confidente.

Es por esto que he decidido cometer el delito al que tanto le huí, porque quiero volverme delincuente el día de hoy y prolongar mi delincuencia mucho tiempo más. Empezaré por ello, a darle vida a mi blog y convertirlo en persona: tú serás Monry.

Carta

Empezar un nuevo año siempre ha sido bastante importante para mí. De verdad siento como si se recargaran las baterías y la energía con la que me lleno me impulsara a empezar de nuevo. Esta vez no fue la excepción y menos después de haber pasado 10 días en la tierra de Fidel. No se imagina cuánto lo pensé, cuánto me acordé de usted. De hecho le traje un regalo, pero bueno de eso luego le hablo.
Tuve la firme intención de escribirle apenas llegara, y acá tiene mi carta. Quiero contarle que todo fue muy nuevo para mí en ese país. Es definitivamente un mundo que le abre a uno los ojos en muchos sentidos y que a pesar de que no me era ajeno el tema político de la isla, sí tuve revelaciones que nunca podré sacar de la cabeza. Se me convirtió entonces en una obsesión querer repasar las entrañas de ese lugar, de hablar con los viejos, visitar los museos y comparar realidades, opiniones y versiones. Me hubiera encantado compartir esa experiencia con usted, sé que la habríamos aprovechado mucho para discutir de nuevo –pacífica y amorosamente jaja- sobre las mentes revolucionarias.
Los cuatro primeros días fueron extraños, pues quise ir a broncearme al Cayo Santa María que es como decir acá San Andrés. Pero fue inútil porque después de tanta mierda que le hemos provocado al planeta el clima se está volviendo completamente loco y lo único que soporté fueron temperaturas muy bajas. Huyéndole entonces a un hotel lleno de gringos y de asiáticos desentendidos, quise preguntarle a un celador en dónde vivía. Me habló de un pueblo cerca a esas islitas que se llama ‘Santa Clara’ y me dijo que allá poco iban los turistas, y que supuestamente no había nada interesante porque sólo había nativos. Ahí era a donde tenía que ir. Sin duda.
Llegué a un sitio haga de cuenta… Girardot pero con frío. Y me encontré con una de las más inesperadas sorpresas del viaje. El taxista que me llevó me dejó en frente de un colegio que parecía estar celebrando algo y efectivamente: presencié la celebración del 28 de diciembre, el día en que, hace 52 años, triunfó la revolución. Me impacté mucho viendo a una centena de niñitos vestidos de verde olivo y pañoletas rojas –que me recordaban por cierto mucho al mono jojoy, era en realidad ver como a muchos mono jojoicitos chiquitos- haciendo una representación de un combate de guerra. Luego se incorporaban en una tarima y uno de ellos, personificando el Ché, dirigió unas palabras a sus compañeros, agradeciendo enormemente la revolución y diciendo repetidamente la consigna “seremos como el Ché”. Yo no acababa de salir de mi sorpresa y del impacto que me causó el espectáculo (hasta se me agüaron los ojos de lo conmovedor que fue), cuando vi atacada llorando a una viejita a mi lado que cargaba un ramo de lirios en la mano. No pude evitar la curiosidad y le pregunté angustiada que qué le pasaba y me dijo lo siguiente:
“Yo fui combatiente y pasé la guerra entera junto al Ché y lloro porque siempre me lamento que Fidel lo haya dejado ir de Cuba, si esta era su patria, si acá tenía su verdadero hogar… si Fidel no lo hubiera dejado ir, no lo habrían matado en Bolivia. Acá estaría con su esposa y con sus hijos que ni siquiera están ya interesados en la política, ni en la revolución.”
Fue en ese momento en el que empecé a experimentar Cuba desde adentro. Ché por aquí, Ché por allá, por todos lados. Es más, en ese pueblo estaban las cenizas del hombre enterradas bajo un monumento apoteósico ubicado a una gran plaza en medio de la nada. Visité su tumba… ese cuerpo que fue encontrado hace diez míseros años y que estuvo perdido más de 40. También estaba publicada en letras enormes la última carta que el argentino le escribió a Fidel, despidiéndose y agradeciéndole por haberle permitido liberar a “la patria”, pero que su labor estaba terminada y sus ambiciones no iban más allá de ver a un pueblo libre. (Aquí un pedacito de lo que decía)
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse …
Eso es sólo una parte de lo que viví allá. Espero poder contarle el resto la próxima vez que nos veamos. Tuve, en serio, una epifanía en ese viaje. Mi perspectiva sobre muchas cosas cambió y tal vez juzgo menos esa situación. Pero juzgo más la guerrilla que aquí quiere imitar ese grupo de idealistas que lograron un triunfo con mérito y propósito. Y reafirmo que acá la cosa está realmente desubicada, desproporcionada y desalmada. Que el Mono Jojoy, Tirofijo y sus secuaces nunca podrán asemejarse a la imagen de Ernesto Guevara ni logrará Chávez una revolución por los medios democráticos, ese pueblo nunca estará dispuesto a ello.
Deseándole un año lleno de triunfos internos, evolución y paz…. Le mando un abrazo y un beso.
D.